I. La distancia entre Dios y la criatura es tan grande, que aun cuando las criaturas racionales le deben obediencia en cuanto Creador, no podrán tener disfrute de Él como bienaventuranza o galardón, a no ser por una condescendencia voluntaria por parte de Dios, habiéndole placido a Él expresarla por medio de pacto1.
1. Job. 9:32, 33; Sal. 113:5, 6; Hch. 17:24, 25; Is. 40:13-17; I S. 9:25; Sal. 100: 2, 3; Job 22:2, 3; Job. 35: 7, 8; Lc. 17:10.
II. El primer pacto hecho con el hombre fue un pacto de obras1, en el que se prometía la vida a Adán, y en éste a su posteridad2, bajo la condición de una obediencia personal perfecta3.
1. Gá. 3:12.
2. Rc. 10:5; 5:12-20.
3. Gn. 2:17; Gá. 3:10
III. El hombre, por su caída, se hizo incapaz para la vida que tenía mediante aquel pacto, por lo que agradó a Dios hacer un segundo pacto1, llamado comúnmente Pacto de Gracia, según el cual Dios ofrece libremente a los pecadores vida y salvación por Cristo, requiriéndoles la fe en Él para que puedan ser salvos2 y prometiendo dar su Espíritu Santo a todos aquellos que han ordenado para vida, dándoles así voluntad y capacidad para creer3.
1. Gá. 3:21; Ro. 8:3; Ro. 3:20, 21; Is. 42:6; Gn. 3:15.
2. Mr. 16:15, 16; Jn. 3:16; Ro. 10:6, 9; Gá. 3:11.
3. Ez. 36:26, 27.; Jn. 6:44, 45.
IV. Este Pacto de Gracia se presenta con frecuencia en las Escrituras con el nombre de Testamento, con referencia a la muerte de Jesucristo, el testador, y a la herencia eterna, con todas las cosas que a ésta pertenecen, según han sido legadas en ella1.
1. He. 9:15-17 y 7:22; Lc. 22:20; 1 Co. 11:25.
V. Este pacto fue administrado de modo diferente en la época de la Ley, y en la del Evangelio1: bajo la Ley se administraba mediante promesas, profecías, sacrificios, el cordero pascual y otros tipos y ordenanzas entregados al pueblo judío; y todos señalaban al Cristo que había de venir2, y eran suficientes y eficaces en aquel tiempo por la operación del Espíritu Santo, para instruir y edificar a los elegidos en la fe en el Mesías prometido3, por quien tenían plena remisión de pecados y salvación eterna. A este pacto se le llama el Antiguo testamento4.
1. 2. Co. 3:6-9.
2. He. 8, 9 y 10; Ro. 4:11; Col. 2:11, 12; 1 Co. 5:7.
3. 1 Co. 10:1-4; He. 11:13; Jn. 8:56.
4. Gá. 3:7, 8, 9, 14.
VI. Bajo el Evangelio, cuando Cristo, la sustancia1, fue manifestado, las ordenanzas por las que este pacto se administra son: la predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos del bautismo y la cena del Señor2; y aun cuando son menos en número y están administradas con más sencillez y menos gloria exterior, sin embargo, en ellas el pacto se muestra a todas las naciones, así a los judíos como a los gentiles3, con más plenitud, evidencia y eficacia espiritual4, y se llama el Nuevo Testamento5 . Con todo, no hay dos pactos de gracia diferentes en sustancia, sino uno y el mismo bajo diversas dispensaciones6.
1. Col. 2:17.
2. Mt. 28:19, 20; 1 Co. 11:23-25.
3. Mt. 28:19; Ef. 2:15-19.
4. He. 12:22-27; Jer. 31:33, 34.
5. Lc. 22:20.
6. Gá. 3:14, 16; Hch. 15:11; Ro. 3:21, 22, 23 y 30; Sal. 32:1 con Ro.
4:3, 6, 16, 17, 23 y 24; He. 13:8.